Educar sin estrés para
formar niños/as cariñosos y responsables, sin cachetes, castigos ni sobornos …¿utopía? ¿imposible? Yo creo que no.
Siguiendo el último libro que he leído de Judy Arnall,
basándome en sus escritos os voy a plantear lo siguiente para que nos ayude a
todos a reflexionar sobre nuestro estilo de crianza; un estilo que muchas veces
viene marcado más por cómo nos han educado a nosotros en vez de una reflexión
consciente sobre cómo nos gustaría educar.
Os planteo la siguiente situación real: Un día, un niño llamado Juan se llevó a su gato al parque, para que no
se escapase le puso una correa. Mientras Juan jugaba el gato se enredó y se
hizo daño. El niño tenía miedo de decir a sus padres lo que había pasado. Estos
cuando lo descubrieron creyeron que deberían “enseñarle” entonces le dejaron
una semana sin televisión. Juan se sintió mal y aprendió algo: 1. A mentir si
tenía un problema, y 2. Si se salía con la suya no le castigaban. Aprendió
también que no debía atar al gato, pero no aprendió por qué.
¿Realmente funcionan los castigos? ¿A quién satisface el
castigo? ¿Por qué seguimos castigando cuando vemos que no funciona? ¿Hay otras
maneras de educar en la responsabilidad?
En mi opinión, muchas veces los castigos son más útiles para
quienes lo imponen que para que quienes lo reciben; alivian el sentimiento de
frustración de los padres, además de perjudicar seriamente la relación con los
hijos/as. Un ejemplo, para ver la analogía y devolver a los niños/as la valía de
un adulto es intentar “educar a la pareja a base de castigos” Imagina que tú
pareja deja todos los días la toalla mojada encima de la cama, en vez de
explicarle que eso molesta para la convivencia y que “por ti” debería dejarla
secando, coges y le asignas “un castigo adecuado” se la metes dentro de la
bañera. ( Es una exageración, pero entendéis como funcionamos a veces con los
niños/as) Eso estropearía vuestra relación, incluso podría ser causa de
divorcio…
La relación con los hijos/as es igual, con esto no quiero
decir que no haya que poner límites, pero que sean razonables y respetuosos. En
mi opinión los “castigos” solos impiden el proceso de aprendizaje, los niños/as
se sumergen en el dolor y lo único que aprenden es que no pueden comunicarse
con sus padres.
Hay una analogía del libro Kids, parents and Power Struggles
de Mary Sheddy Kurkcinka: Piensa en tú hijo como en una olla hirviendo en un
fogón, sus sentimientos son la llama que hacer hervir el agua, y el agua
hirviendo y saliendo de la olla es su comportamiento. Suba el fuego (incremente
sentimientos negativos) e incrementará el comportamiento. Tape la olla
(castigue) y evitará que el agua salga de la olla –durante un rato; pero si el
fuego (los sentimientos no son atendidos) todo explotará. Poner la tapa es una
medida temporal, atender al fuego, a los sentimientos /necesidades que subyacen
al comportamiento los harán detenerse de forma definitiva.
La buena disciplina permite a los padres/madres determinar qué
necesidades no están cubiertas y reconocer sentimientos, ayudar a nuestros/as
niños/as a buscar formas aceptables de satisfacerlas. Así los niños/as aprenden a
identificarlas y a tratarlas sin herir a los demás.
Arnall Judy (2007) Educar sin
estrés
Este es un tema controvertido,
soy consciente, por eso es bueno para el debate y la reflexión. Hay muchas
cosas que podemos hacer como padres/madres, cuando sentimos la necesidad de
hacer algo…un simple abrazo..puede ser más eficaz que un castigo. ¿Qué opináis?
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